Conciencia vs. Urgencia: la encrucijada de la transición energética

A pesar de los compromisos globales más ambiciosos de la historia, las demoras en la implementación, las tensiones geopolíticas y el auge de liderazgos negacionistas ponen en riesgo la salida definitiva de los combustibles fósiles y amenazan con dilatar el cambio hacia un modelo energético sostenible y equitativo.

Energías Renovables20/04/2025RedacciónRedacción
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La gran meta de Dubái: ¿un despegue sin motor?

En la COP28 (Dubái, noviembre de 2023) los 132 países participantes respaldaron el “Compromiso Mundial por las Energías Renovables y la Eficiencia Energética”, que establece triplicar la capacidad instalada de renovables a 11 000 GW y duplicar la tasa anual de mejora de eficiencia energética —hasta superar el 4 %— de aquí a 2030. Para alcanzarlo, según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), el mundo debería instalar una media de 1 100 GW al año, más del doble del récord de 2023 (510 GW).

Sin embargo, el ritmo real del despliegue muestra fisuras: en 2024 se añadieron “solo” 585 GW de nueva capacidad renovable (+15,1 % interanual), insuficiente para sostener la tasa de crecimiento necesaria del 16,4 % anual. Esta brecha entre meta y práctica augura que, sin un impulso político y financiero extraordinario, el objetivo de Dubái terminará en un compromiso simbólico más que en un hito de descarbonización efectiva.

La paradoja del G7: coalición de promesas, grietas de gas

En abril de 2024, los ministros de Energía y Medio Ambiente del G7 acordaron cerrar las plantas de carbón sin captura” entre 2030 y 2035”, aunque ofrecieron “flexibilidad” a países con alta dependencia, como Alemania (hasta 2038) y Japón (sin fecha definida) . Aun así, lo más sorprendente fue que, simultáneamente, habilitaron nuevas inversiones “temporales” en gas natural para “asegurar la estabilidad de la red” —un verdadero oxímoron en materia climática, pues posterga el debate sobre el fin de los combustibles fósiles hasta bien entrados los años 30.

Esta ambigüedad política subraya la tensión entre la urgencia de reducir emisiones y el miedo geoeconómico a la transición brusca: el carbón se ve como un mal necesario para no desestabilizar el sistema eléctrico, mientras el gas —con menores emisiones que el carbón, pero aún generador de CO₂ y metano— se perfila como “combustible puente” indefinido. El resultado es un calendario de cierre de fósiles que amenaza con convertirse en un cajón de sastre donde entran compromisos tibios, medias tintas y rescates de último momento.

El ajedrez de los minerales: China, árbitro oculto

Ni paneles ni baterías funcionan sin litio, cobalto, níquel, grafito o tierras raras. En este tablero, China ejerce un dominio casi hegemónico: procesa alrededor del 80 % de los minerales críticos para baterías y turbinas, y controla más del 90 % de la refinación de tierras raras.

Frente a ello, EE. UU. y la UE lanzaron la Mineral Security Partnership, un consorcio para diversificar suministros en 14 países aliados y elevar estándares ambientales y sociales. Pero mientras estas alianzas maduran, la realidad es que desarrollar un nuevo yacimiento —desde el hallazgo hasta la producción plena— lleva 20 – 30 años, un desfase que amenaza con estrangular la demanda creciente de vehículos eléctricos y renovables en pleno auge.

En América Latina, el “triángulo del litio” (Argentina‑Bolivia‑Chile) representa una oportunidad estratégica, pero también un riesgo colonial renovado: sin estructuras sólidas de gobernanza, la región podría repetir los errores del pasado, exportando materias primas sin desarrollar cadenas de valor locales ni garantizar beneficios ambientales y sociales duraderos.

Inyecciones de incentivos: la vacuna que puede caducar

La Inflation Reduction Act (IRA) de EE. UU., aprobada en agosto de 2022, es el mayor paquete climático de la historia: ha movilizado 350 000 M USD de inversión privada, generado 300 000 empleos limpios y estimula proyectos de baterías, fábricas de hidrógeno y carga de vehículos eléctricos en todo el país . El crecimiento de empleo en energías limpias superó el 4,2 % en 2023, el doble que el promedio nacional.

Pero esta vacuna verde podría caducar pronto: el plan ultraderechista Project 2025, impulsado por sectores republicanos, propone recortar 20 000 M USD de los fondos destinados al IRA y eliminar agencias clave como la EPA, lo que desencadenaría un frenazo abrupto a proyectos en marcha y derrumbaría la confianza de inversores. La lección es clara: sin blindaje legal y consenso político de largo plazo, los avances en regulación y financiamiento resultan vulnerables a cambios de gobierno.

Negacionismos al poder: sabotaje deliberado

La conciencia científica choca hoy con liderazgos que apuestan al “hoy por mí”, dispuestos a sacrificar el mañana por réditos electorales:

Australia: Peter Dutton, líder opositor, aboga por eliminar el objetivo de 82 % de renovables en 2030 y relanzar carbón y gas bajo la bandera del “empleo” . Menos visibilizado, el diputado Colin Boyce llegó a sugerir que cortes de luz “enseñarían” a la población a desconfiar de las renovables, una estrategia de parálisis política disfrazada de “experimento social” .

Estados Unidos: bajo el paraguas de Project 2025, se planea desmantelar normativas climáticas, prohibir la remoción de contaminantes y anular compromisos internacionales como el Acuerdo de París.

Estos ejemplos ilustran cómo el negacionismo ya no es una postura residual, sino un bloque político articulado que usa tácticas de desinformación, fomento del temor al cambio y la amenaza constante de reversión de políticas climáticas.

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Del discurso al empuje decisivo

Entre la conciencia (reconocimiento científico y social de la crisis) y la urgencia (tiempo límite para evitar el colapso climático), la transición energética exige:

  • Ley vinculante global: convertir los compromisos de COP y G7 en instrumentos jurídicos con sanciones, revisión trimestral y seguimiento público.
  • Blindaje de incentivos domésticos: asegurar que leyes como la IRA no puedan recortarse sin una mayoría cualificada en el Congreso, garantizando estabilidad para inversores y trabajadores.
  • Diversificación acelerada de suministros minerales: vincular asociaciones público‑privadas con estándares ESG rigurosos y fortalecer la agregación de valor en origen (procesamiento local).
  • Resistencia al negacionismo: impulsar campañas de educación ambiental en todos los niveles, cultivar medios de comunicación independientes y promover la rendición de cuentas de dirigentes que pongan en riesgo el interés público.

Solo así, entre la acción coordinada y la movilización ciudadana, cerraremos verdaderamente la brecha entre lo que decimos y lo que hacemos, garantizando un modelo energético sostenible, equitativo y respetuoso de los límites del planeta.

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