Sismos, agua y fracking: ¿Debería Vaca Muerta aprender de Texas?

El auge del fracking en Vaca Muerta ha traído consigo un consumo masivo de agua dulce y un aumento en la actividad sísmica, mientras que en Texas, donde enfrentan problemas similares, ya se están implementando restricciones y estrategias de mitigación. ¿Cuánto más puede esperar Argentina para tomar medidas?

Sostenibilidad19/02/2025RedacciónRedacción
Cuenca del Pérmico
Cuenca del Pérmico

El reciente informe de Reuters sobre los sismos ocurridos en la cuenca del Pérmico, en Texas, vuelve a poner en el centro del debate una realidad incómoda para la industria petrolera: la relación entre la actividad de fractura hidráulica (fracking), la gestión del agua utilizada y el aumento en la actividad sísmica. La pregunta inevitable es si en Vaca Muerta estamos prestando la suficiente atención a estas señales de advertencia.

El caso de Texas: sismos y restricciones

Los sismos registrados en Texas –uno de magnitud 5.0 y otro de 4.7– han llevado a que el regulador estatal, la Comisión de Ferrocarriles de Texas (RRC), refuerce las restricciones sobre la inyección de aguas residuales provenientes del fracking. Esta práctica, ampliamente utilizada en el desarrollo de hidrocarburos no convencionales, genera grandes volúmenes de agua salada que, en muchas ocasiones, se reinyecta en el subsuelo para su disposición. Sin embargo, múltiples estudios han señalado que esta reinyección está correlacionada con el incremento de eventos sísmicos en regiones con actividad petrolera intensiva.

Como respuesta a la creciente actividad sísmica, Texas ha implementado restricciones a la disposición de aguas residuales en pozos sumideros y está fomentando soluciones alternativas como el reciclaje del agua utilizada en el proceso de fractura hidráulica. Empresas como WaterBridge han desarrollado infraestructura para reutilizar el agua de producción, reduciendo la dependencia del agua dulce y minimizando el impacto ambiental.

El paralelo con Vaca Muerta: una bomba de tiempo hídrica y sísmica

En la cuenca neuquina, la expansión del fracking ha ido acompañada de un fenómeno similar: un aumento en la cantidad de eventos sísmicos, especialmente en las zonas de explotación más intensa de Vaca Muerta. Neuquén ha registrado un crecimiento en la frecuencia de sismos en los últimos años, con reportes que vinculan esta actividad con la inyección de fluidos en pozos profundos, aunque aún no existe una regulación clara que obligue a monitorear y mitigar estos impactos de manera sistemática.

Pero el problema no se limita a los temblores. El agua es otro de los grandes desafíos de Vaca Muerta. Según estimaciones recientes, el consumo de agua dulce para las etapas de fractura hidráulica podría alcanzar los 31.698 millones de litros en el corriente año. Esta cifra es alarmante si se tiene en cuenta que una parte significativa de ese volumen resurgirá de los pozos contaminada con químicos y materiales radiactivos presentes en el subsuelo. En lugar de ser tratada para su reutilización o disposición segura, una proporción considerable de esta agua será inyectada en pozos sumideros sin control ni tratamiento adecuado.

Esta práctica no solo implica una pérdida irrecuperable de recursos hídricos en una región que ya enfrenta un estrés hídrico creciente, sino que también podría estar contribuyendo al incremento de la actividad sísmica, como ha ocurrido en Texas. A pesar de los antecedentes y de la experiencia internacional, en Argentina la regulación sigue siendo débil en este aspecto, y el monitoreo de los impactos del fracking en el subsuelo es escaso.

¿Vaca Muerta debería anticiparse a la crisis?

La situación texana muestra que las decisiones regulatorias pueden modificar el comportamiento de la industria. La prohibición de nuevas inyecciones de agua en ciertas áreas de Texas es un indicio de que las preocupaciones ambientales ya están teniendo peso en la planificación de la explotación de hidrocarburos. Vaca Muerta podría anticiparse a un escenario similar implementando medidas de monitoreo más estrictas, promoviendo la reutilización del agua en las operaciones de fractura y estableciendo límites claros a la inyección de fluidos en el subsuelo.

Mientras en Texas ya se están tomando medidas para mitigar los efectos adversos de la actividad petrolera sobre el medio ambiente y las comunidades, en Argentina la discusión aún está pendiente. Ignorar estas advertencias puede llevar a enfrentar las mismas restricciones que hoy afectan al corazón petrolero de Estados Unidos. Si la industria argentina quiere consolidarse a largo plazo, tal vez sea momento de mirar más allá de la producción inmediata y empezar a diseñar estrategias que mitiguen el impacto ambiental y social de su actividad.

Texas ya está ajustando sus políticas. ¿Cuánto tardará Vaca Muerta en hacer lo mismo?

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