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En un mundo que aún no logra desengancharse de los combustibles fósiles, un actor inesperado ha emergido con fuerza en el financiamiento de la transición energética. Lejos de Silicon Valley, de las potencias europeas o del empuje asiático, Sudamérica alberga hoy al mayor financiador de energías renovables del planeta. Y lo más notable: buena parte de esos fondos se destinan a impulsar bioenergías como el etanol, el biogás, el biometano, los combustibles sostenibles para la aviación y el hidrógeno verde.
Este fenómeno no es un golpe de suerte. Es el resultado de una política de Estado sostenida en el tiempo, que ha logrado mantenerse a pesar de los cambios de gobierno y de orientación ideológica. En Brasil, tanto las gestiones de Bolsonaro como las de Lula preservaron sin fisuras una visión estratégica: fomentar inversiones en bioenergía como vía para liderar la transición energética.
Una cartera millonaria que apuesta por lo verde
Con más de R$ 200.000 millones (U$S 40.000 millones) en activos dirigidos a energías limpias, el Banco Nacional de Desenvolvimiento Económico Social (BNDES) ha logrado posicionarse como el mayor financiador mundial de energías renovables. Y lo ha hecho con una estrategia que prioriza proyectos capaces de escalar soluciones reales. Así lo explicó Luciana Costa, directora de infraestructura, transición energética y cambio climático del banco, en declaraciones recogidas por la revista Isto É Dinheiro.
En la actualidad, algunos de los focos más relevantes son tecnologías emergentes como el acero verde, los fertilizantes sostenibles y, sobre todo, el hidrógeno verde. No obstante, el respaldo no es algo nuevo: el banco desempeñó un rol clave en la expansión de sectores como el etanol, la energía solar, la eólica y la hidroeléctrica, en etapas cuando todavía eran tecnologías incipientes.
Cómo funciona este modelo
Según la propia entidad, más del 70% de los U$S 40.000 millones provino del sector privado, pero fue la participación del BNDES lo que permitió que muchos de esos proyectos salieran adelante. El banco no financia los proyectos en su totalidad; su aporte actúa más como una señal de respaldo que reduce el riesgo percibido, facilitando que bancos privados, fondos de inversión y grandes actores internacionales se sumen al financiamiento. De esta forma, el impacto de los fondos públicos se multiplica, movilizando capital privado hacia tecnologías que aún no alcanzan una escala comercial.
Este efecto catalizador es fundamental: cuando el BNDES interviene, el proyecto adquiere otro nivel de credibilidad en los mercados. En la práctica, su participación funciona como un «sello de calidad» que valida la viabilidad técnica, económica y ambiental de la iniciativa, lo cual puede ser decisivo para que otras instituciones financieras, incluso internacionales, se sumen al proceso.
“En momentos clave de nuestra historia, el BNDES ha sido un motor para nuevas tecnologías. Lo fue con el etanol, lo fue con la solar, con la eólica. Ahora lo estamos haciendo con las energías del futuro”, explicó Luciana Costa.
¿Y qué pasa con el costo del crédito?
En un país donde las tasas de interés son elevadas, acceder a financiamiento puede resultar inviable, especialmente para pequeñas y medianas empresas. En este contexto, el apoyo público tiene un papel crucial. El BNDES tiene la capacidad de ofrecer líneas de crédito más competitivas o, al menos, de viabilizar proyectos que, de otro modo, quedarían en el camino.
No se trata de magia. Al principio, estas tecnologías son más costosas, al igual que lo fueron en su momento la solar y la eólica. Sin embargo, la experiencia acumulada permite al banco evaluar con mayor precisión los riesgos y, por ende, reducir los costos iniciales. La clave está en el volumen: al fomentar la adopción temprana, se abren las puertas a economías de escala que luego benefician a todos, bajando los precios en el proceso.
Las bioenergías al frente de la transición
Dentro del portafolio de inversiones del banco, las bioenergías ocupan un lugar destacado. No solo por la madurez tecnológica de muchos de sus proyectos, sino también por su potencial de descentralización, generación de empleo y sinergia con la producción agroindustrial.
El biometano, por ejemplo, está consolidándose como una alternativa concreta al gas natural fósil, especialmente en regiones rurales e industrias de alto consumo energético. Además, el etanol sigue evolucionando como base para nuevos combustibles sostenibles, incluidos los combustibles sostenibles de aviación (SAF, por sus siglas en inglés), donde Brasil busca posicionarse como un jugador clave.
El potencial de Brasil: recursos, tecnología y neutralidad
Brasil no solo posee abundantes recursos naturales y una matriz energética más limpia que la media global, sino que también cuenta con capacidades tecnológicas propias y una geografía ideal para convertirse en proveedor global de soluciones energéticas verdes. Pero hay un factor adicional que podría ser decisivo en los próximos años: su perfil neutral en la geopolítica mundial.
“En un contexto internacional cada vez más tenso, donde el acceso a la energía y la seguridad alimentaria se vuelven estratégicos, Brasil ocupa una posición única. Es uno de los mayores productores agrícolas del mundo y, al mismo tiempo, un jugador clave en energías renovables. Esa combinación es cada vez más valiosa”, señaló Luciana Costa.
Este atributo —la neutralidad— podría convertirse en una ventaja competitiva clave. Mientras otras potencias enfrentan restricciones cruzadas por sus alianzas o conflictos, Brasil puede presentarse como un socio confiable para distintas regiones, tanto en lo energético como en lo alimentario.
Potencial para replicar el modelo en otros países
Lo más interesante del modelo del BNDES no es solo su escala, sino su capacidad de replicarse en otras regiones. Utiliza herramientas que ya existen en muchos países (bancos de desarrollo, fondos públicos, agencias de garantía), pero las articula de una forma moderna: convierte al Estado en un acelerador del capital privado, no en su sustituto.
Esto permite aprovechar oportunidades locales —recursos naturales, capacidades industriales y redes de conocimiento— y, al mismo tiempo, insertarse en una estrategia global de transición energética. En un mundo que avanza lentamente hacia la descarbonización, contar con un modelo eficiente para canalizar inversiones es tan crucial como tener el recurso natural o la tecnología.
Desafíos pendientes
Claro está, no todo está resuelto. Escalar tecnologías como el hidrógeno verde o los biocombustibles avanzados implica superar barreras tecnológicas, logísticas y regulatorias. Además, como advierte Costa, es crucial evitar distorsiones en los incentivos: “No podemos subsidiar proyectos mal ubicados o sin sentido económico solo por razones políticas”, afirmó.
También persiste el desafío de establecer un marco de planificación que combine visión a largo plazo con estabilidad normativa. Tal como subrayó la directora del banco, “ni el gobierno por sí solo puede hacer la transición energética, ni el sector privado puede hacerlo solo. Es necesario una alianza estratégica basada en políticas públicas inteligentes y un sector financiero dispuesto a apostar”.
En un momento en que el planeta busca desesperadamente alternativas limpias, lo que está haciendo el BNDES es mucho más que financiar proyectos: está configurando un nuevo modo de hacer política pública en el siglo XXI, que articula al Estado, al mercado y a la innovación bajo un mismo objetivo. Y eso, para los países de América Latina y del mundo, constituye una señal tan potente como necesaria.
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